"...Pero mi loco amor, es tu mejor doctor..."

domingo, 4 de junio de 2017

Shakira: "Soy exagerada de los pies a la cabeza"

Con nuevo disco, la estrella colombiana recibió a Clarín en Miami y habló de todo. Su amor por
Piqué y su familia y la vergüenza por componer canciones eróticas. También, de su relación con Antonella Rocuzzo, la mujer de Messi.

l grabador ya corre en on, pero Shakira está dale que dale con su celular. Lookeada para una sesión de fotos que acaba de terminar, no está, lo que se dice, de entrecasa: peinado, tacos, make-up, un short diminuto y blusa sin mangas. El tiempo transcurre y le pedimos a la asistente que cronometrará los veinte-minutos-de-entrevista que, como en el fútbol, agregue tiempo adicional. De repente, Shakira se dirige a otra chica de su staff: “¿Lo puedes llamar a Gerard y avisarle que me he quedado sin batería y que tengo catorce notas por delante?”. Sonríe y ensancha el mensaje: “Que se va a tener que ir a dormir sin mis ‘buenas noches’”. Así, el recado de la estrella pop para la estrella futbolera que es su pareja, el defensor central del Barcelona, Gerard Piqué (concentrado esa hora para jugar la Copa del Rey contra el Alavés), se canaliza congruente a uno de los tantos mensajes que le envía en El Dorado, su primer disco en tres años. “No sirve de nada llegar aún más lejos, ni toda la fama ni todo el dinero”, canta en la balada Nada acerca de, bueno, momentos como éste.

Entonces, Shakira Isabel Mebarak Ripoll, nacida en Barranquilla hace 40 años y tres meses, habla de la leyenda de El Dorado, la ancestral fábula de su tierra nombra al álbum. “La historia es que existía un tesoro perdido, que había estado sumergido en la laguna Guatavita, en Cundinamarca, Colombia. Durante la época de la conquista, los españoles lo persiguieron y se convirtió, para muchos, en un lugar sagrado. Y para otros, en un estado mental y espiritual ideal. Y es el lugar, dentro de mí misma, donde encuentro las canciones. Un lugar que a veces pongo en dudas cuando tengo que avanzar en un proyecto y pienso y le doy mil vueltas”.

-¿Y cuántas le diste a éste?
-Antes de este disco, durante unas semanas entré en una especie de pánico escénico. Y el conflicto me era dado por la disyuntiva o la dualidad de ser madre y creadora. De saber que mis hijos necesitan atención y que la artista también estaba clamando, desesperadamente, dedicación. Así que, inicialmente con mucha resistencia dentro de mí, creí que no iba a ser capaz de crear otra vez. Sin embargo, con el apoyo de mi familia conseguí reencontrar El Dorado, confirmar que no se había ido a ningún lado, sino que estaba siempre ahí.

-El disco parece más una miscelánea de singles con distintos motivos y sonoridades que un concepto.

-Exactamente es lo que es. Nunca quise hacer álbumes buscando una unidad sónica, nunca he sido así. Siempre que entro en un estudio de grabación me permito ir en cualquier dirección. Pero esta vez esa libertad la experimenté más que nunca cuando me di cuenta que no tenía que ir trabajando en un álbum, en un cuerpo de canciones. Eso me cambió el chip. Parte de ese pánico era nomás por imaginarme encerrada en un estudio, rodeada de máquinas, de instrumentos musicales por los próximos 15 meses. Me agobiaba.

-¿Y cómo pudiste destrabar esa situación?

-Después de lanzar La bicicleta. Cuando salió esa canción con Carlos Vives, sentí otra vez la adrenalina de poder compartir la música con el publico. Era paradójico: se suponía que me iba a tener que meter a hacer música, pero me iba a estar alejando del placer de hacerla y de la inmediatez de compartirla. Y cuando me di cuenta que podía alejarme de esta metodología, sentí una liberación. Todas esas cosas que tenía para decir, se liberaron como una represa. Lo dejé salir. Cuando dije no quiero hacer un álbum, es cuando lo hice. Poder hacer un llamado y decir: “¿Sabes que tengo 13 canciones?”.

Se siente halagada (y debería) cuando se le señala que en un par de temas (Amarillo y Coconut Tree) se acerca al tono de Stevie Nicks (la célebre cantante de Fleetwood Mac). “Ella tiene un vibrato más rápido que el mío. Es un honor”. Y envía un tuit a sus 45 millones de seguidores que unas horas más tarde se materializará en un show sorpresa y exclusivo en el Wynwood Yard para unos 200 fans.

-”Dale una prueba/ Ponle Nutella”. Esa frase que te dice Maluma en “Trap” va a quedar, eh...

-Esa canción es una de esas que más tire y afloje tuvo. El contenido es tan erótico que en un momento sentí que era demasiado, que me daba vergüenza mostrarla.

-Y mirá que hiciste canciones sugerentes.

-Pero esta está dentro del terreno del erotismo. Y literalmente tenía pudor de mostrarla, primero a mi equipo. Y les hice todo un discurso antes, casi que les pedí disculpas. “Bueno, vamos a escuchar algo que...”. Y ahí fueron los restos de niña de colegio católico que aún quedaban en mí. Es una de mis canciones favoritas del álbum. Me enloquece. Cuando la escuchamos terminada, le dije a Maluma: “Mira, me parece que nos hemos pasado”. Y él: “Noooo, Shaki. Está muy bien, está bacanísimo”. (risas). “No Juan, nos hemos pasado, yo no puedo poner eso”. Es una de las más modernas del disco. Sónicamente me parece un viaje.

-¿La idea de que estés coqueteando con un género tan moderno como el trap es una forma de ir a darle alcance a divas como Beyoncé o Rihanna?

-No, no puedo fijarme en lo que hacen los otros, porque no soy ellos. Hay un océano entre ellos y yo. Porque no siento de esa manera. Porque tengo una sensibilidad muy específica y no puedo reproducir los sonidos que hacen otros. Si lo intento, se notaría. Y perdería. Cuando gano más es cuando sigo mi propio camino. Cuando soy obediente con mis orígenes y mi instinto, con mis propios deseos.

-Algo muy tuyo, por ejemplo, es la exageración. En “Toneladas” hablás de ser muy feliz, con “toneladas masivas de amor”.

-Me pueden las hipérboles. Soy exagerada de los pies a la cabeza, no tengo remedio.

-¿Costó mucho convencerlo a Piqué para que salga en el video de “Me enamoré”? En un disco con varios invitados...

-... ¡Él es el invitado más especial! Mira, no me costó nada. Enseguida me dijo que para lo que lo necesitara, él iba a estar ahí. Lo que costó más fue encontrar la forma de que estuviera ahí y que fuese lo más elegante e intrigante posible. Y que también preserváramos nuestra relación. Aunque apareciese , tenía que ser interactivo. Algunas situaciones son de carácter real, como la de la guerra de comida (risas). Me dí cuenta que lo mejor era que apareciera por partes: una oreja, una mano, un pie. Hasta el final. Es una canción dedicada a él: no podía hacerlo con un modelo de Guess.

Fuente: clarin.com

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